El Barça se jugará en el ‘Teatro de los Sueños’ su pase a la final de la Liga de Campeones tras empatar a cero con el Manchester United en el partido de ida de las semifinales. Los azulgrana dominaron por completo a un acobardado conjunto inglés pero su falta de pegada le impidió viajar a territorio hostil con alguna ventaja en el zurrón.
Al mundo futbolístico no parece importarle el tedioso presente del Barça. Sea cual sea su adversario, todos le plantean el mismo esquema de partido. El Manchester United, aunque resultase imposible de imaginar, también. Sir Alex Ferguson se amedrentó.
Tiró dos líneas, una de cuatro y otra de cinco, ante Van der Sar para taponar a su rival mientras Cristiano Ronaldo vagaba en solitario por la punta de ataque. Su mensaje era claro. Le tenía más miedo a los espacios que podría dejar su equipo que a los que le brindarían los azulgrana.
El Barça acató su papel. El mismo de hace dos temporadas. El mismo que le permitió alcanzar el trono europeo con Frank Rijkaard.
Ese esquema ofensivo contó con una única salvedad. La entrada de Deco desplazaba a Iniesta al ataque. Un planteamiento que contó con un susto mayúsculo a los dos minutos. El brazo de Milito se cruzaba en un cabezazo de Cristiano Ronaldo. El Camp Nou enmudeció hasta que comprobó como el portugués erraba la pena máxima.
Vuelta a empezar. El Barça acogió el esférico. Lo acunó. Quiso penetrar la muralla inglesa con paciencia. Lo consiguió de forma evidente en un par de ocasiones pero los envenenados centros de Messi e Iniesta se quedaron sin rematador.
El Manchester se quedaba pequeño. Su tremenda voluntad defensiva era sólida pero de un desgaste tremendo para hombres como Rooney o Tévez que se dedicaban a perseguir a los azulgrana.