Peor imposible para el Atlético

El Atlético deambula anémico por la Liga y ahora también por la Champions. Tras su derrota, al final rotunda (2-0), en Oporto, ocupa la última plaza del grupo D, detrás del Apoel Nicosia que le empató en el Calderón el primer partido de la liguilla.

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La ligera mejoría era imaginaria, puro teatro. El pequeño soplo de vida de aquel gol de Maxi el sábado en Mestalla duró hasta que el rival portugués, poco brillante en el inicio de la temporada, aceleró su tranco y horadó el butrón en la pared rojiblanca por el lado más débil, el de Perea, esta vez lateral izquierdo.

Abel Resino ordenó una defensa inédita con Ujfalusi en la banda derecha y el colombiano en la opuesta, con Juanito y Pablo en el eje. Delante mantuvo sus convicciones, con Maxi en el banquillo, Simao y Jurado de falsos extremos, Cléber por delante de Assunçao y la pareja de delanteros de máximo crédito: Agüero y Forlán.

Tras hora y cuarto de control, con alguna fase convincente en cuanto al juego y el trato del balón, el Atlético pareció superior al Oporto, al menos en la profundidad y la claridad de sus ideas. Los porteros visitantes, Roberto, lesionado a los 25 minutos, y el juvenil debutante De Gea, su sustituto, no se vieron obligados ha hacer ninguna parada en el primer tiempo y el chico empezó a mostrar su calidad bien entrado el segundo.

Hasta entonces, el Atlético no pareció tener nada que temer. Como mucho, al árbitro, que 50 metros por detrás de la jugada no advirtió el penalti de Pereira a Agüero nada más acabarse el tiempo de descanso.

Pero el globo rojiblanco se pinchó con estruendo cuando al bando local se sumó Guarín y al visitante Maxi Rodríguez. Bastaron unas aceleraciones por las bandas para desnudar al muñeco bien vestido de Abel Resino. De Gea retrasó con esmero y estupendas paradas el hundimiento de su Titanic. Pero era inevitable.

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